lunes, 3 de septiembre de 2012

Mi puesta de largo I

Yo tenía 18 años cuando mi madre me dijo las dos cosas que se me grabarían a fuego en la memoria para toda la vida:

Una: “Hija, es hora de que empieces a usar desodorante”-la primera vez que te lo dicen duele un poco, pero lo acabas agradeciendo.

Dos: “Vamos a la modista a que te haga el vestido para tu puesta de largo”.

Lágrimas brotaban en mis ojos con sabor a vergüenza y felicidad. Para los que no lo sepan, la puesta de largo es una fiesta que realizan las familias BIEN para dar a sus retoños a conocer en sociedad. Está más encaminado para las chicas y es necesario que no se le conozca ningún novio formal –por suerte yo había mantenido mi relación con Ashton Kutcher en el mayor de los anonimatos- y deben tener entre 16 y 20 años. Se puede hacer con más niñas, pero yo por supuesto la quise dar en exclusiva.


La fiesta se iniciaría con un vals y llamé a Poti, el de Mira Quién Baila, para que me diera unas nociones básicas. Tampoco quería hacer sombra a nadie. Me pasé toda la tarde leyendo la Vogue y el Hola! con el fin de sacar ideas para mi traje. Tras unas cuantas horas me decanté por un vestido blanco y rosa hasta los pies de Gucci, pero mejorado con el corte de uno de Katie Middleton, la tela del traje de boda de la reina Sofía, una gasa como las cortinas de la casa de Carmen Lomana y un broche en la cintura inspirado en las hermanas Koplovitz. La verdad es que siempre fui muy buena haciendo collages. Cenicienta me prestó uno de sus múltiples pares de zapatitos de cristal -que siempre los anda perdiendo para catar varón- y Adele su mejor bolso bombonero, por lo que ya tenía mi modelito preparado.



Invité a todo el mundo que pude y más, ya que desde que corté con Mario Casas llevaba una temporadita en dique seco. Con él se me hacía muy difícil cumplir mi voto de castidad cada vez que me agarraba entre sus hercúleos músculos sudorosos, y podía sentir sus abdominales perfilándose al respirar entre mi fina camiseta de algodón y… ¡Ups! Bueno eso, el dique seco.

Llamé a los Backstreet Boys, que siempre me gustaron un montón, a los hermanos Rivera guapos –vaya, los que no tienen el gen Pantoja- y al chico que huele la almohada en el anuncio de Jean Paul Gaultier –eso fue más por capricho que porque realmente me gustara. Como precaución por lo que pudiera pasar en la fiesta compré KH-7 y Biblias para todos, cada uno debe saber sus límites. ¡Ah! Y mis amigas también fueron, claro. Maca apenas pensaba en Pablo. El tatuaje que tenía en el bajo-vientre con su nombre lo pudo solventar poniendo Juan Pablo II y un retrato del Papa, así sus nuevos novios no se pondrían celosos. También vino Cynthia, la amiga simpática, Evelyn, a la que le favorece la oscuridad y hace que el resto brille más y, cómo no, Carlota, una devorahombres insaciable. Me hice amiga de ella como proyecto personal, para encaminarla por el buen sendero. Aunque ya lo di por imposible, me sigo llevando con ella para que me resuelva ciertas lagunas que tengo sobre los hombres. Por ejemplo, de cintura para abajo tengo mis dudillas. Entre los niños pequeños que van desnudos por la playa y el Ken de mi Barbie hay sutiles diferencias. Algo sobra. Y claro, yo no sabía si sería una pilililla de leche de esas que caen, a lo que Carlota me dijo que algo de leche había, pero que ya me explicaría con calma.




Y llegó el gran día. Estaban todos: los del club de ajedrez, el de vela, el de hípica, el de los pijamas, el de la herradura, el de los poetas muertos… Y yo, yo era la estrella, era mi momento y nada me lo podía estropear. Empezó a sonar el vals de las mariposas. Ya sé que es más de boda pero lo usé como una prueba prematrimonial. Carlos Baute se me acercó y me dijo:

-¿Me consede este baile?

Casi me ciega con sus sonrisa y ya fui a la pista medio mareada, pero lo que colmó el vaso fue que al hacer los pasos se puso a mover la pelvis indecentemente. Llamé a seguridad y se lo llevaron a la cárcel. Cierto que me pasé un poco, porque que bailara mal no era tan grave, pero su última canción Me pones tierno tiene delito, y debía pagar por ello. Rápidamente lo sustituyó uno de los de Fórmula Abierta -que tienen el caché muy bajo y se los puede permitir cualquiera- y me lanzó por los aires en un bonito final. Y después de la parafernalia del baile lento tocaba mover el esqueleto a ritmo de pachangueo. 



2 comentarios:

  1. Llorando con lo de los nińos en la playa y el ken. Brutal haha me declaro fan total de este blog!

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  2. De dónde habrás salido criatura? jaja, da igual mola mucho tu blog!!

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