domingo, 27 de enero de 2013

Carpe Noctem

Toda señorita debe cultivar su vida social. Continuamente tengo que inaugurar pantanos, pasearme por ferias caritativas o subastar mis clínex; pero lo que más me gusta son las reuniones nocturnas,también muy importantes. Por ello, es frecuente verme en los locales con más glamour de mi ciudad. Mi séquito de amigas siempre me acompaña para hacer el conocido efecto grupo: si ves en conjunto a un grupo de chicas siempre parecen más espectaculares que viéndolas una a una. Evidentemente ellas son las únicas beneficiadas, ya que yo brillo con luz propia. Todas mis noches son especiales, pero aquella fue legen… daria.


El ritual de preparación de la noche empezó a primera hora de la mañana. La manicura, pedicura y acupuntura siempre son básicas para una buena velada. Mis ratones habían estado hasta la madrugada cosiéndome algo bonito, y Rosalina caminó hasta el alba con mis Jimmy Choo nuevos para darlos de sí. Después de verme varios videoclips de Beyoncé para aprender pasos rompepistas y revisarme toda la actualidad –mi misión en la vida es romper el tópico de que las rubias son tontas- se me hicieron las 9 de la noche, y tenía que salir. Habíamos quedado a las 00:00 y por alguna razón llegué a la 1. Cuando una chica va con tiempo siempre pasa algo para que acabe llegando tarde. Para mi sorpresa una de mis amigas venía con un vestido muy parecido al mío, pero no pasó nada: siempre llevo un modelito de repuesto en el bolso, así que se lo di y le dije que se cambiara.  A otra la mandé directamente a casa, no sin antes llamar a Plain Jane para que transformara a esa chica con potencial en una mujer con poder. Kim Kardashian se retrasó un poco por intentar entrar en una 38 con su pandero. Pese a todo no se lo tuvimos en cuenta. Bueno, un poco sí y le tocó ser la amiga simpática.

Primero dimos un par de vueltas en mi Hummer rosa hasta coger el puntillo mientras veíamos a los pobretones hacer botellón a la intemperie y le tirábamos cacahuetes. 


Litros y litros de champagne con virutas de oro –mano de santo para la resaca- resbalaban por nuestra delicada garganta. Muchos se nos acercaban a pedir vasos, pero como comprenderéis no voy a dejar beber por el Santo Grial a nadie. También observamos como las más chonis se acercaban a fotografiarse. Como me sentía generosa le compré a una un par de paquetes de clínex para que se sacara unos eurillos esa noche para sus gastos. Otro embarazo no deseado que se evita gracias a la Pepis.

Una alfombra roja por toda la carretera nos guiaba hasta la discoteca. No sabéis el frío que se siente cuando conduces sobre asfalto al estar acostumbrada a estos caprichitos. Cuando llegamos los paparazzis se abalanzaron sobre nosotras con sus flashes, pero Mariano Di Vaio me agarró por mi cintura de avispa –nací sin costillas flotantes- y los apartó a la vez que decía:

-Dientes, dientes, que es lo que les jode.

Una vez dentro fuimos a la zona VIP, Very Important Pepis, a tomar otra botellita. La cuestión es que no sé si fueron las burbujas, que en los anuncios siempre se ven muy activas, o que me la bebí yo entera, que del subidón me salí del reservado y me mezclé con la plebe.

Fue como viajar en el tiempo, ya que toda la ropa era de temporadas pasadas. Me sentía en el armario de mi abuela. Botas por las rodilla, pantalones cortos rojos, zapatos blancos de punta, chaquetas toreras de licra (Hello?), collares de bolas, chalecos, camisetas masculinas con escote…  Incluso había chicas que salían de vaqueros, lo que hacía difícil diferenciarlas de los hombres. Pese a todo, yo me sentía en mi salsa, una salsa cuyo ingrediente principal era el alcohol -consumido de manera responsable por supuesto- y bailaba con unos y con otros. Empecé con el tango de Roxanne.















Pero pocos me supieron seguir, así que pasé al estilo “me atuso el pelo mientras me muevo lentamente porque sé lo sexy e irresistible que soy”. 


Los chicos se me acercaban a puñados –chúpate esa efecto Axe- y me daban vueltas y más vueltas, por lo que tuve que ir al baño a tomarme una Biodramina. Aproveché para retocarme y hacer amigas, porque otra cosa no, pero el baño de mujeres tiene mucha actividad social.

Cuando me reincorporé a la fiesta se me acercó un chico que comenzó a bailar como si se estuviera tocando a sí mismo. Llamé a seguridad rápidamente. Pervertidos a mí NO. Al rato un oriental se me acercó ofreciéndome algo:

-Oooooh gracias! Nunca me habían regalado tantas rosas, gafas, gorros y llaveros que no cumplen la normativa de seguridad de la Unión Europea.

-Un eulo.

-Yo Pepis, encantada.

-No señolita, si tú quelel compral yo vendel pol 1 eulo.

-¡Pero qué desfachatez! Con todo lo que apoyé al cine japonés viendo Mulan.


No me quise calentar, y me fui a dar una vuelta. Miraba a mi alrededor puntuando a los chicos –ninguno pasaba del notable raspadete- cuando vi a un 9, claramente desubicado. Me insinué como sabemos hacer las mujeres, que es ponerse a bailar provocativamente –pero elegante a la par- con una desconocida, en una competición clara por llamar la atención, digna de un documental de la 2: “algo quiere la coneja cuando mueve las orejas”. Mi 9 se dio cuenta enseguida, y se fue acercando bailando también. Pero no sé si tenía algún tic nervioso que lo hacía como si pegara al aire, y mientras se acercaba el 9 pasó a 8, a 7, y finalmente a 6. Así que antes de seguir la cuenta atrás me curé en salud y fui a pasarle mi lista Spotify Premium al DJ. No me lo podía creer, ¡era Mario Vaquerizo! Le dije que me encantaban sus bragas, que eran las mismas que tenía yo, y que poca gente las llevaba con tanta masculinidad. Estuve un buen rato bailando con él. Paquirrín llegó con su retraso, pero puntual, y yo me volví a bajar a la dance floor cual Madonna. Lo bien que se lo puede pasar una sola. Vi un montón de abrigos y bolsos camuflados por las esquinas de la discoteca, así que los recogí y los dejé todos en un sitio que ponía ropero, que ellos se hicieran cargo. De nada.


De repente anunciaron una actuación especial de unas gogós con serpientes. Me alejé no fuera a ser que mi bolso fuera familiar de alguna, no sin antes advertir a esas muchachitas de que se habían olvidado la ropa en el camerino.

Por ahí había también una despedida de soltera que llevaban esas diademas con pililillas que en alguna ocasión se usan para sacarte el pelo de delante de la cara cuando estás por casa. No hay diademas con genitales femeninos porque parecería un hachazo.

Los pies me empezaron a doler, necesitaba alcohol rápido. Una mano salió de entre la multitud y me dijo:

-¡Tú!

-Y yo!

-Vivamos el momento!

Me gustaba su sentido del humor así que bajé la guardia unos segundos. Se me acercó y me dijo que era la más guapa de toda la discoteca –el primer chico que lo dice de verdad- y que sabía que no era digno de mi belleza -algo cierto también pero ¿quién lo es?-. Me empezó a mirar cada vez más fijamente, lo que me hizo ponerme nerviosa y saqué mi polvera por si tenía alguna virutilla de oro entre los dientes. Eso no era, pero el chico continuaba, ¿sería miope? A mí la técnica de ligar haciendo sentir incómoda a la chica hasta que no tiene más remedio que liarse con él nunca me convenció mucho, pero no se podía negar su efectividad. Se me fue acercando y me susurró al oído:

-Te voy a matar…

Un escalofrío recorrió mi espinazo. Se me fue toda la tontería de golpe y ya tenía mi spray antiviolador apuntando a sus ojos de enajenado cuando añadió:

-….del gusto

No hubo marcha atrás después de esa frase ya se había sentenciado: contigo no, bicho. Me fui, lejos, arrastrando los pies y desorientada, muy desorientada. Me apoyé en la barra, mojándome entera, como es costumbre, y un chico me invitó a una copa que acepté y huí con ella como alma que lleva el diablo. Al darle el primer sorbo me salió mi primera urticaria en los labios. Era garrafón. Lo escupí rápidamente y sin querer alcancé con mi saliva a una chica que no sabría decir si bailaba o intentaba mantenerse en pie. El caso es que se giró hacia mí con cara de pocos amigos.

-Tampoco te pongas así, que esa chaqueta es sintética por mucho estampado de leopardo que tenga.

Levantó su mano y yo sólo pude cerrar los ojos esperando la inminente colisión. 3 segundos. 5 segundos. 10 segundos. No pasaba nada. Cuando abrí los ojos mi Mariano Di Vaio estaba sujetando a esa bárbara. Le dije “Sálvame” y me sacó en brazos como el caballero que es.

Supongo que la moraleja de todo esto es que no importa de la clase social que seas siempre y cuando vuelvas a casa con los de la tuya. O que el garrafón saca lo peor que llevamos dentro. O que los chicos más raros son los que se acercan primero. O que no hace falta más que una misma para pasárselo bien. O que ante cualquier adversidad, lo mejor de todo es mantener la calma y quitarse la camiseta.

viernes, 18 de enero de 2013

Época de exámenes.

Horario en época de exámenes:

09:00 - Los pajarillos de la ventana despiertan puntuales a Pepis.
09:01 - La Pepis decide que está cansada y que (como ocasión excepcional) dormirá media horita más.
11:00 - Los bomberos consiguen arrancar a Pepis de la cama.
12:00 - Acicalada y desayunada, la Pepis llega a la biblioteca dispuesta a darlo todo.
12:30 - Tras pasarse media hora buscando sitio, la Pepis llama a seguridad para que echen a la peor vestida de la biblioteca y ocupa su asiento.
13:30 - Una hora después, al haber acabado de ordenar los bolis y los apuntes en perfectos montoncitos, la Pepis abre los libros y lee la primera página.
13:45 - Hora de comer! Tanto tiempo de estudio realmente abre a una el apetito!
15:00 - Acabo de comer.
16:00 - Después de descansar la comida, decido echar una breve siesta para fijar mejor los conceptos.
18:00 - La Pepis se levanta de su siesta reparadora y vuelve otra vez a la carga con el estudio.
18:01 - La Pepis sigue estudiando.
18:15- Me meto un poco en las redes sociales, simplemente para echar un vistazo rápido, no vaya a ser que alguien piense que he muerto!
18:30 - La Pepis avista a un chico guapo a la lejanía. 
18:45 - La Pepis juega a las miraditas con su próximo futuro marido. 
19:00 - Tras un día duro de estudio, la Pepis entra en el examen llena de confianza y positivismo.
19:05 - Me entregan el examen. Lo leo.
19:10 - Debe haber algún tipo de error, yo esta asignatura no la he debido de dar.
19:15 - Tras cerciorarme con el profesor de que realmente es ese el examen correcto lloro internamente.
19:30 - Hago sin querer, contacto de miradas con el profesor y finjo estar reflexionando.
19:45 - Miro al resto de la clase, todos inmersos en el examen.
19:55 - Entrego el examen.
20:00 - Salgo del examen.
21:00 - Llego a casa. 
22:00 - Me preparo algo ligero para cenar. 
23:30 - Bebo mis penas.
0:30 - Me acuesto.
Os quiere,
La Pepis.

viernes, 11 de enero de 2013

Consultorio Pepis: Soy mala



Querida Pepis,

¡Por fin me atreví a escribirte este correo! Llevo días dudando... ¡Y aquí estoy!



No te voy a engañar, seré franca: soy una muy mala persona. Yo trato de evitarlo pero la gente de mi alrededor me lo pone taaan difícil... Sin ir más lejos, hace diez minutos estuve riéndome con una amiga de las fotos que subió un compañero al facebook. ¡¿Pero cómo no voy a caer en la tentación si el pobre muchacho sube fotos poniendo morritos y enfundado en unos pantys?! Hace un mes me enteré de que un amigo poco agraciado estaba saliendo con una chica muy mona. Tardé unos días en asimilar la gran noticia, ¿quizás era cierto la profecía de los mayas acerca del 2012? Y entonces tuve el coraje para entrar en su Tuenti y ¡Oh-Dios-mío! ¡No pude parar de reírme! Seguramente varías sesiones de risoterapia las hacen entrando en su perfil. Es más, ahora cada vez que necesito animarme entro en su cuenta y me animo con sus estados y sus fotos. Hay veces que para no sentirme tan mal pienso que ellos se lo buscan... pero no puedo seguir engañándome. Sí, tengo amigos raros que hacen cosas raras y sacan fotos raras pero eso no justifica mi comportamiento. Pepis, ¡necesito tu ayuda! 

Atentamente,

una chica arrepentida.


Querida mala mujer,

¿acaso es cruel el león por comer a la gacela? ¿Vamos a matar a todas las ballenas por devorar toneladas de gambillas? ¿O a los buitres por aprovecharse de que la mamá gaviota ha abandonado el nido dejando a sus pequeños a la merced de sus garras? No amiga, porque así es la naturaleza. Y del mismo modo, no podemos culpar a una mujer de que se ría del mal ajeno. Es una cuestión de supervivencia. A mí me gusta pensar que Dios permite que mis amigos hagan el ridículo para animarme el día. Sobre todo le gusta que nos riamos de las parejas. Y te pongo ejemplos de gente que no sabes si está besando a su novia o bebiendo por un botijo, que tienen en el estado del WhatsApp ella un candado y él una llave o chicas que se graban "cantando" para su amor en vídeos que harían llorar al propio Alex Ubago... Esos momentos de felicidad divinos son un regalo por todo lo que tenemos que sufrir: esos zapatos por los que casi te tienen que amputar el meñique, los calambres en el hombro que produce llevar el bolso cargado de cosas pesadas -pero que no puedes cruzártelo cual bandolera porque está "out"-, no saber la cantidad de camomila exacta a la que debes parar de aclarar tu cabello, pasar frío para ir mona, los pantalones pitillo que no tienen bolsillos delanteros... infinidad de cosas que hacen que estemos siempre al borde de un ataque de nervios. En 1880 dirían que padecemos histeria y un médico nos "curaría" con varias sesiones de masturbación, pero la panacea del siglo XXI es la risa. 

Algo que te hace sentir tan bien no puede estar mal ¿no? Además hoy eres tú la que se ríe, pero mañana tranquila que ya se reirán de ti. Estás adelantándote a los acontecimientos, y mujer prevenida vale por dos. Luego también puedes decirle a tu amigo que está siendo el hazmerreír del grupo, pero recuerda que no te hará caso, pues está cegado con promesas de pies calientes en las noches de invierno y revolcones esporádicos. Y deja claro que lo tuyo no son celos, es vergüenza ajena. Así que disfruta cada carcajada y díselo a tus amigas que también necesitan un minutos de felicidad, porque compartir es vivir.