domingo, 26 de agosto de 2012

En Bora Bora mejor no vengas sola

Me he fijado que algunas canciones de esas que todos bailamos tan despreocupadamente en la discoteca tienen letras pecaminosas. Por eso he quedado con Juan Magan para revisarlas. Por ahora hemos actualizado Bora Bora, próximamente en los mejores güateques.


jueves, 23 de agosto de 2012

Destino Rivera Maya

Mi médico me ha detectado tanorexia y del disgusto me he ido una semanita a la Rivera Maya a ponerme morena. Que aunque dicen que se acaba el mundo tienen muy buen servicio. 

Me alojé en un templo Maya a pie de playa muy cuqui pero poco higiénico, tomábamos el desayuno en la mesa de los sacrificios. Y no, a pesar de que la busqué por todas partes no encontré a la famosa abeja, pero curiosamente eso estaba llena de Doras las Exploradoras aunque con estos tiempos de crisis estaban todas pluriempleadas: Dora explora la cocina, Dora explora la recepción, Dora explora el baño…
También aproveché a pasarme por la centralita de Orange que yo por teléfono no me aclaro nada bien y necesito que me expliquen mi tarifa Ardilla.

Desde el aeropuerto no he vuelto a ver a Rosalina, creo que se me ha escapado y no tengo manera de reconocerla por la calle, los panchitos son como los chinos, conoces a uno y conoces a todos. He gritado su nombre desesperada pero se han girado unas veinte personas a la vez, todas descendientes de Pocahontas. Me ha sentado un poco mal lo de Rosalina ya que no sé porque tiene que huir para buscar a su familia teniendo esas maravillosas ofertas para llamar al extranjero en los locutorios de Madrid. 
Creo que el taxista me dio un poco de vuelta porque me llevó por el puente de Brooklyn, desde que les robamos todo el oro lo quieren recuperar con cuentagotas. Cuánto daño, nos guardan demasiado rencor.

Nada más deshacer mis seis maletas de equipaje me puse unas mallas para empaparme de su cultura y salí escopeteada a la playa. 

Dando un paseo por la arena vi a dos inocentes niños construir un hermoso castillo con sus torreones y sus almenas. Se lo pisoteé, claro está, yo lo de construir sin licencia no lo permito. Mi pié chocó contra una fría roca. La desenterré de la arena y sorprendida me encontré con el calendario Maya 2013, lo cual me viene muy bien porque este año con esto del rollo del fin del mundo Carnicería Loli había dejado de fabricarlos.
Con unas hojas de palmera hice un par de sujetadores para aquellas pobretonas que no se podían permitir la parte de arriba del bikini. ¡Hay que ver cómo ha afectado la crisis.! Varias me dijeron que estaban haciendo topless pero yo le expliqué que si un hombre puede beber leche gratis no va a comprar la vaca.
Aquí están de moda los fardahuevos, invento de Satanás. El problema es que los hombres de aquí sólo se parecen a los de Pasión de Gavilanes en que me miran y me desnudan (con la imaginación claro!). 

Como ya habían pasado las cinco horas de digestión tras desayunar mi uva y mi cucharadita de aceite (virgen extra, como yo!) decidí darme un chapuzón. 
Estaba felizmente en el agua cuando empezaron a gritar “Barriguda, barriguda!” y yo les dije amablemente:

-Uy pero bueno! A que voy para ahí a rajaros la cara!? Eh!?

Pero me destaponé el agüita que se me había metido en el oído y pude comprenderlo: estaban alertándome de una barracuda que había en el agua. Acto seguido le dediqué a Dios una Salve Rociera y el abrió los cielos y descendió el espíritu santo en forma de paloma.
 
La paloma y la barracuda se enzarzaron en un combate a muerte. No había presenciado semejante lucha entre un ave y una bestia desde que abrí la cámara secreta con Harry Potter.
El Espíritu Santo aprovechó la ramita de olivo para dejar K.O a ese bicho provocándole un fuerte traumatismo craneoencefálico. Causa de la muerte: golpe de gracia.

La barracuda me cayó en mi precioso cabello y agarrándola bien fuerte por la cola empecé a agitarla por encima de mi cabeza haciendo señas para que me recogiesen ya que la corriente me había arrastrado mar adentro, como la película de Javier Bardem. 

Pero mi público lejos de venir a por mi empezaron a bailar batucadas y a aplaudir. Así que me tuve que montar en el cayuco de la canción de Chambao que pasaba por allí.

Mi improvisado transporte hacía escala en España así que decidir ya volver con ellos. Estaba triste porque había perdido a Rosalina pero tenía la perfecta solución. Me dirigí a una muchacha poco agraciada y le dije:

-¿Cómo te llamas muchacha?

-Frida Kahlo-me contestó.

-Bueno pues tú ahora trabajarás para mi y te llamarás Rosalina. Y soy tan generosa que te voy a pagar la primera consulta de Corporación Dermoestética para quitarte ese entrecejo tan peludo y poco femenino que no te ayudará conquistar a ningún hombre. 


XOXO La Pepis.

lunes, 20 de agosto de 2012

Consultorio Pepis: ¿Soy una zorra?


Estimada diosa de la sabiduría

Cuando salgo de noche me gusta conocer a muchos chicos, y si cae alguno no pongo ningún impedimento para que podamos pasar una buena noche. Yo soy muy fogosa y tengo mis necesidades. Lo que pasa es que los hombres me consideran una señorita de vida alegre. ¿Por qué si lo hace un tío es un macho y si lo hace una chica es una zorra?

Besos,

                                                                              Alexia

Acuario

Tengo que comprar un acuario para mi habitación. Después de esta reflexión, te diré que estoy totalmente de acuerdo contigo. Ese pensamiento es totalmente machista y la culpa es nuestra por no haberlo erradicado a tiempo. Me he estado documentando y el primer caso de un hombre que le increpó eso a una mujer viene del paleolítico, pero en vez de zorra la llamó “Tyrannosaurus fox”. Las mujeres tenemos que estar las 24 horas del día pendientes de nuestro aspecto, de si la ropa nos marca los michelines, de comprar zapatos incómodos que realcen nuestro trasero, de soportar los dolores de la regla, tragarnos las mentiras de los productos que salen en la tele, no poder jugar a las palas en la playa sin taparnos con una toalla, aguantar los partidos de fútbol y hacer que nos interesan las tonterías de los hombres. ¿Y qué tenemos a cambio? La entrada gratis en un par de discotecas y unas cuantas portadas de Jon Kortajarena. No señor, estamos hartas. Y si quieres zorrear Alexia, tú serás la zorra más asquerosa de toda la discoteca. Pero recuerda que de cintura para abajo te ve el Señor. Bueno, Él exactamente no te ve, que no es un pervertido, lo intuirá. Y si algún chico se intenta propasar, recuerda lo que yo les digo siempre: Si pruebas la nata compras el pastel. Mano de santo.


viernes, 17 de agosto de 2012

La secta de la peluquería

Llega un día en la vida de toda joven en el que debes aceptar la realidad y con un  par ir al lugar que más mujeres hace llorar –por encima de la báscula- de la sociedad actual: la peluquería. Y esa mala fama no la he inventado yo, la han fomentado películas como Eduardo Manostijeras, Sweeney Todd: El barbero diabólico de la calle Fleet, el nuevo peinado de Rosa de España y las noticias de los periódicos de peluqueros que se creen toreros y cortan la oreja a sus clientes. Pero tenía las puntas más abiertas que María Lapiedra en festivo y necesitaba un saneamiento urgentemente. Antes de ir me hice un book para que, aunque saliese mal, pudiera seguir subiendo fotos a Facebook.


Llegué a Marco Aldany. Temblaba como un flan. Cuando voy a la peluquería nunca me gusta tanto mi pelo como antes de abrir la puerta. Respiré hondo y tras un chasquido de dedos me abrieron las puertas.

-¡Oy Pepis! Cuánto tiempo sin verte.

-Todo el que pude. Vengo a que me cortes las puntitas.

Me sentó en una silla de tortura y me encajó la cabeza en la pileta. Creo que ni a conciencia la pueden hacer más incómoda. Podemos lanzar un cohete a la luna y no podemos inventar un lavatorio de cabello agradable. Una champunier ("ponedor de champú" para aquellos de la España profunda) me enjabonó el cabello. Me preguntó si el agua quemaba y le dije que sí. Pero para mi sorpresa no la puso más fría y mi cabeza quedaba inmovilizada en mi cárcel de porcelana, sin poderme resistir. Y de repente, toma chorro de agua gélida.

-¿Está fría?

-Sí.

Parecía que la respuesta le agradaba ya que tampoco hizo nada por calentarla. “En fin, viene de un FP, no se le puede pedir más”. Me enrolló una toalla y me pasó a otra silla. En otra vida debí ser árabe, una reina mora por ejemplo, porque me quedaba realmente bien. Vale que el tiempo se me pasa rápido cuando me contemplo frente al espejo, pero Rupert, mi peluquero de confianza, estaba tardando demasiado. Había perdido mi plantilla para recortarme el pelo, una medida de seguridad que minimizaba riesgos.


Sentí un fuerte impulso para levantarme y echar a correr, pero mis pies no tocaban el suelo y mis intentos por coger impulso fueron vanos. Malditas sillas con ruedas. En fin, me fiaría de Rupert. Rupert era el típico peluquero gay. Todos sabemos que es una de sus profesiones fetiches, junto con personal shopper, pintor o colaborador de cualquier programa de la MTV. Llevaba camisa a cuadros, con los dos primeros botones abiertos, pantalón fardapaquete y mocasines. Sí, lo sé, es un estereotipo andante, pero ¿qué le quieres? Que me lo tuviera que cortar a ojo era un contratiempo, pero bueno, de perdidos al río. Le dije que me lo pusiera como la niña de Camino, que lo tenía muy bonito y muy brillante. Ay, que maja era.


Rupert me atusaba el pelo y a mí que me anden en la cabeza me pierde, así que me quedé en fase REM. Pero cuando abrí los ojos mi pelo estaba hecho jirones, con desniveles y capas imposibles. Ruper me miraba con cara expectante a la espera de mi veredicto. 

-¡Ah! ¿Qué haces garrulo? ¡Yo lo quería como antes de que ingresara en el hospital! ¡Antes!

  
Yo lloraba y lloraba, y el culpable de aquella desgracia hizo un gesto con la mano que movilizó a la que enjabonaba el pelo, la que barría y la que atendía a la caja. Se acercaron a mí y cual secta dijeron a la vez:

-Pero no llores, que te queda muy bien.

-Mira como realza tus pómulos.

-Y tus ojos se ven mucho mejor.

Un señor abrió la puerta de repente, colgó su sombrero en la percha de un lanzamiento y exclamó hacia mí:

-¿Esa no es Halle Berry?

Mi recién club de fans me aplaudía, me llamaba guapa y me tiraba pétalos de flores. Eso me hizo sentir un poco mejor, pero a Marco no le pagué. Él lo entendió y como muestra de arrepentimiento me regaló un lote de productos Tressemé, aunque todos saben que es el champú del Mercadona en otro frasco.


Llegue a casa y me observé meticulosamente en el espejo. Pude comprobar que todo lo que me hago me queda bien y claro, se acaba poniendo de moda. Pronto los famosos de Hollywood me empezaron a copiar. Ay Miley, cuando te vea te cuento la historia.





lunes, 13 de agosto de 2012

Mi cumpleaños y otros dramas

Hay un drama en mi vida que nunca lograré superar: 
Mi cumpleaños coincide con el de mi archienemiga y a mi NADIE me quita el protagonismo.

Lo sé, os estaréis preguntando quién es ella y por qué se ha ganado ese título. Para despejar dudas os diré que a pesar de romperle el corazón a su exmarido (y a media España) no es Elena Tablada.


Mi archienemiga se llama Celina. Iba en mi clase y nos ha hecho sufrir, a mí y a mi psicólogo, lo que no está escrito.

Veréis, Celina es una pobretona humilde que aspira a ser como yo. Siempre está haciendo cosas por los demás, ayudando a mis amigas con sus deberes, de voluntaria en los comedores sociales y preocupándose de los problemas de la gente, es decir, haciendo lo que sea para llamar la atención.

Cuando vi que saltaba mejor a la comba que yo le pedí el número de los Miami a Ana Obregón para que le partiesen las piernas pero desgraciadamente lo había perdido.


Todas MIS amigas no dejan de decir lo amable y cariñosa que es, lo cual es muy molesto ya que yo, desinteresadamente, en el día a día doy a mis compañeros una clase de elegancia y estilismo que nadie me agradece.

A lo que iba, pues resulta que la tal Celina cumple el mismo día que yo. Lo he intentado todo, hasta le pedí que cambiase el día de su partida de nacimiento pero no le dio la gana, ¡qué desfachatez!

Todo empieza una semana antes de nuestros cumpleaños. La rutina es muy simple, Celina le pedía a la profesora repartir sus insípidas invitaciones escritas a mano. Justo cuando acababa de entregar todas, yo daba un chasquido y los ganadores del Carnaval de Río de Janeiro irrumpían en nuestra clase por las ventanas y por la puerta y me unía a ellos fusionándonos en una danza digna de una final de Mira Quién Baila. Tras ellos entraba Whoopi Goldberg con un coro góspel y cantaban al unísono mi invitación. El número final incluía acróbatas del Circ du Soleil y elefantes que pisoteaban las invitaciones de la zorra de Celina.


El siguiente paso de mi estrategia era sabotear la fiesta física de Celina. Los primeros años, cuando solía celebrarlo en casa, era más fácil, una llamada a Sanidad diciendo que tenían amianto/cultivos de marihuana en el tejado y todo solucionado. Un año, recuerdo con especial cariño cuando robamos el Códice Calixtino y se lo colocamos en la casa dando el chivatazo de que lo tenían. Su madre acabó arrestada por la policía justo cuando iban a soplar las velas.

Aunque parezca mentira no todas las niñas vienen a mi cumpleaños. Veréis para estar invitada a mi fiesta has de superar unas complicadas pruebas físicas y mentales y realizar un test interactivo. Me permite todo esto pasar un filtro para poder hacer una fiesta con gente interesante y chic, al final siempre acabo contratando a modelos de Victoria Secret que hacen relleno como los extras de las pelis y reparten bolsas de regalo a las invitadas.

El problema es que este filtro sólo lo superan pocas niñas y por lo tanto las que se quedan por el camino se van al cumpleaños de Celina. Vamos que es casi más difícil estar en mi cumpleaños que el gobierno te dé una beca para estudiar. A pesar de todo para Mis Superdulces 16 con la MTV decidí tirar la casa por la ventana e invité a todo el mundo. Necesito un montón de plebe para que tengan todos envidia del segundo Jet privado que me regalen.


He intentado enterrar el hacha de guerra con Celina de la mejor forma posible, he hecho que a su padre lo manden a trabajar a una tribu en lo más profundo del Kilimanjaro, pero ella y su madre se han quedado aquí, es como la mala hierba, no hay forma de que se vaya. 

¿Comprendéis mi sufrimiento?

jueves, 9 de agosto de 2012

De rebajas que nos vamos

Hoy estoy agotada. A primera hora de la mañana llamaron unos Testigos de Jehová a mi puerta, y no los eché hasta pasadas dos horas, tras convertirlos al cristianismo. Después tenía clase de aquatonic, pero la suspendieron porque al parecer el profesor se había resbalado por las escaleras de la piscina cuando intentaba salvar de morir ahogada a doña Conchi, su alumna más avanzada. Y cuando digo avanzada me refiero de edad. Conchi se había apuntado a las clases para reavivar la llama de su matrimonio, e intentaba hacer la postura del flamenco cuando la cadera se le fue por bulerías. La verdad es que de mis clases de aquatonic nunca esperé grandes resultados. La mala forma física de mi entrenador, que llevaba impartiéndola durante media vida, hablaba por sí sola.

Eran las 12 y me quedaban tres horas por delante antes de sentarme a la mesa para recibir esos suculentos manjares que con todo el amor y sudor de su frente –espero que no literalmente- nos prepara Rosalina, y tenía que buscar una actividad  para rellenarlas. No se me ocurrió mejor cosa que ir a las rebajas. Era una experiencia nueva para mí. Acostumbrada a que me hagan todos los trajes a medida, la idea de comprar ropa prefabricada me resultaba emocionante. Descosí la CH de mi jersey e intenté ir lo menos combinada posible para confundirme entre la multitud. No quería ir a tiendas de moda, hoy tenía una cita con Amancio Ortega.


La primera parada se llamaba Bershka. Me sorprendió no ver ningún cartel de “Prohibido encender fuego”, ya que con tanta licra era un lugar potencialmente inflamable. De las perchas colgaban camisetas con estampados de pieles sintéticas, como si alguien viniera de cazar peluches. Apunté el nombre del sitio para volver cuando llegaran Carnavales, y salí corriendo sin esperar a que me pusieran el sello para poder volver a entrar. La música de los buffles retumbaba en mi cabeza, por eso, antes de seguir mi paseo, me senté en un banco y saqué del bolso la revista Vogue para enjuagarme los ojos, como cuando bebo agua antes de probar un plato nuevo. A unos pasos estaba Woman Secret, que yo no quiero decir nada, pero como se entere Victoria... Entré para preguntar si tenían enaguas, y la dependienta me dijo que no, pero me señaló una caja llena de ropa interior de oferta. Me puse unos guantes de látex dispuesta a rebuscar, pero allí no había nada que me interesara. Ni con la tela de todos los tangas me daba para uno de mis pololos que tan buen culito me hacen. Antes de salir le dediqué una mirada de reprobación a un chico solitario que manoseaba entre los sujetadores.



Allá a lo lejos vi Pimkie, pero estaba tan vacío que juraría que no había ni dependientas. Luego Pull&Bear, al cual denunciaré por la publicidad engañosa de su nombre. Pero la tienda que más me invitó a entrar fue Zara. Dentro me sorprendió la cantidad de chicos que habían sido arrastrados por sus parejas para ser usados como percheros. Claro, si es que ya lo había dicho yo: con unos carritos nos ahorrábamos tanto estorbo de hombres. En el centro de la tienda vi unos preciosos vaqueros enfundados en uno de los maniquíes, y ni corta ni perezosa me dispuse a quitárselo:

-Señorita, señorita. ¡No puede hacer eso!

-¡Cómo que no! Quiero estos pantalones.

-Pero los de exposición no los puede coger.

-Bueno, pues deme otros iguales.

-Lo siento, sólo tenemos lo que está fuera

-Estos están fuera– a esta le hace falta que le repitan la frase de “el cliente siempre tiene la razón”.

-No nos quedan.

-Pero si los tiene este bicho puesto! – me recordó a los que le ponen bufanda y chaqueta a los muñecos de nieve mientras hay gente que va desnuda.

-Mire en este stand de aquí a ver si ve algo que le guste mientras yo hablo con el encargado.

Y allí me dejó, pasando perchas y perchas de pantalones a cada cual más hortera (31 de julio, las sobras de las sobras). Aproveché, ya que estaba, para seleccionar los rotos, desgastados y desteñidos y fui a llevárselos, junto con algunas camisetas roídas y otras a las que le faltaba un forrito por abajo. 


La cajera, que estaba llamando a una de sus compañeras al son de: “Vane, una devo” -que ya me dirás tú por qué las dependientas que están cobrando no saben hacer devoluciones- no supo agradecer mi gesto de generosidad y me echó una mirada asesina mientras murmuraba algo por el walkie talkie. En eso las envidio. Siempre quise usar un walkie talkie de manera natural en mi vida diaria. Un hombre trajeado me asaltó por la espalda tocándome los hombres y me dijo si sería tan amable de acompañarle al despacho. Le dije que me sentía alagada, pero no tenía ningún interés por él y además ya era hora de irme a comer. 

Salí a la calle y grité “Taxi”. No apareció ninguno, maldije a las películas norteamericanas por sus falsas ilusiones y resignada llamé a Jefrrey. Sin bolsas tras ir de shopping me sentía desnuda, pero supe reconocer mi derrota y avergonzada me subí al Ferrari Testarossa de asientos de cuero marrón, en donde me esperaba un frapuccino del Starbucks en el reposabrazos y una bolsa de macarons. No todo en la vida van a ser desgracias.