sábado, 25 de enero de 2014

Mi único y último día de gimnasio.

Muchos de vosotros entraréis en shock tras oír la siguiente noticia: Me he apuntado al gimnasio.

"¿Por qué lo haces? Si tienes que ir al gimnasio, ¿dónde queda la esperanza para el resto de mujeres?"

Lo sé. 

Es duro reconocerlo pero los excesos Navideños han pasado factura. Las grandes corporaciones como Suchard (que no dejan de sacar productos con Oreo, de chocolate blanco, con avellanas o deliciosa galleta crujiente) odian sin duda a las mujeres. Si a eso le sumas que la gula estuvo de oferta estas Navidades (800€/kilo) comprenderéis el desastre que estas fiestas crearon en mí. Vamos que a mi lado Amaia Montero era un figurín.


Por eso no me ha quedado otro remedio que apuntarme a un gimnasio. Lo primero fue buscar un gimnasio céntrico, preferiblemente uno en el que entrene Blanca Suarez. Cuando localicé el gimnasio ideal (justo al lado de un Starbucks) fui a preguntar tarifas. Quería algo baratito y sobre todo apuntarme sólo un mes para probar ya que a lo mejor eso del ejercicio no era lo mío y le sacaba más provecho a ir persiguiendo a Xabi Alonso por la calle. Acabé con la tarifa más cara suscrita durante todo un año, pero bueno, al menos la matrícula me salió gratis.

Mi tarifa de gimnasio incluía entrenador personal y tenía clases por la mañana de 16:00 a 17:00. He de aclarar que la tarde es la mañana de los ricos.

El siguiente paso era comprarme el vestuario adecuado. Quien se piense que las pintas que se lleven al gimnasio dan igual ya que "ahí se va a hacer ejercicio" está muy equivocado. Seamos claros, al gimnasio se va a ligar y a fingir que haces algo mientras analizas tu próxima presa vestida de punta en blanco. También se va para poder subir una foto en Instagram "entrenando" y poner un tweet diciendo "me voy al gym". En la sección de deporte de unos grandes almacenes encontré todo lo que necesitaría. Debo aclarar que no digo el nombre de la tienda para no hacer publicidad en mi blog personal. 

¿Por dónde iba? Ah si! Estaba en El Corte Inglés comprando cosas. Lo que me costó trabajo fue encontrar el calzado adecuado. Por mucho que las grandes marcas se empeñen en vendernos horrendas deportivas multicolor no les hagáis caso. Al gimnasio hay que ir minimalista y chic. Nada de New Balance (horrendas por cierto) o de colores fosforitos.

En mi primer día llegué antes de tiempo. Fui al vestuario a cambiarme, me sorprendió ver cómo hay gente que no siente ningún tipo de pudor por enseñar su cuerpo mientras yo hacía malabarismos envuelta con cinco toallas para cambiarme las mallas con discreción.

Entré en las instalaciones y eché un vistazo a los machos que había en el gimnasio, con ese panorama una mujer no podía atender a otra cosa.


Decidí hace un poco de cinta para ir calentando. A mi lado tenía al motivado de turno que no dejaba de mirarme con superioridad mientras yo aporreaba los botones para encender la dichosa máquina. No quería darme aires de grandeza pero tenía la sensación de que se me iba a dar muy bien eso de la cinta. Empecé con el nivel 2. Poco a poco. Nivel 3. Nivel 4. Nivel 5. Niv...


Lo siguiente que probé fue la bicicleta. Chop, chop. A mi lado tenía a una chica que parecía sacada de un anuncio de agua embotellada, se motivaba con la música de la radio y pedaleaba como si le fuese la vida en los estribillos de las canciones. A mí, si me pusiesen lo último de Chopin, también le daría duro con los golpes de orquesta. Veinte minutos pedaleando. Vi que el monitor de mi amiga marcaba unos 15 kilómetros. Me giré al mío. Seguro que tenía miles y miles de kilómetros tras estar una eternidad pedaleando sin descanso. Cinco metros.

Pronto me vino a recoger mi instructor. Y AY MADRE MÍA MI INSTRUCTOR. Que parecía sacado de una escultura de Miguel Ángel. Ñam!


-Bueno Pepis, vamos a empezar con ejercicios sencillos. Tenemos que tonificar estas zonas del cuerpo.

-¿Sabes si Victoria Beckham está inscrita a este gimnasio? Porque espero que no me monte un Ana Obregón después de mi breve pero intenso romance con David en ese íntimo bungalow de Hawái.

Los ejercicios que me puso el entrenador eran complicados y duros. Además mi mente estaba en otro sitio...

¿Sabéis que si hacéis ejercicio sudáis? Curioso.

-A ver Pepis, vamos a probar otro método. Quiero que levantes estas pesas como si fuesen bolsas de Manolo Blahnik y las tuvieses que llevar a tu casa antes de que la bolsa se rompa.

-Jajaja. Dudo que la bolsa se rompa, verás, una vez compré cinco pares y...

-Mira tú haz como yo.


-Pepis, necesito que hagas el ejercicio. A ver, mejor probemos con el step. Piensa que es el primer día de rebajas y tienes que entrar en el corte inglés antes que nadie para poder comprar ese bolso que viste y que has escondido en alguna esquina. Imagínate que es como subir escalones.

-¿Rebajas? Ay por favor, querrás decir el primer día de la nueva colección.

-Si te sirve... Venga, vamos corazón, tu puedes, ¿quieres que te traiga un poco de agua?


Ya había tonificado un 70% de mi cuerpo y estaba a dos movimientos sutiles de pelo de que mi monitor me pidiese una cita cuando este me dijo que iba a ir un compañero suyo a sustituirle el resto de la clase. Me tomé un descanso mientras esperaba a mi nuevo profesor que si era tan guapo como el otro iba a tener que ampliar mi suscripción en ese gimnasio. Estaba comiendo una palmera cuando un señor que tenía pinta de dedicarse a descargar frutas se acercó.

-¡Señorita Pepis! Quiero que deje esa palmera y se ponga a hacer flexiones ahora mismo! ¿Está usted aquí para comer o para hacer ejercicio? ¡RESPONDA!

-Si señor, ahora voy-dije temblorosa antes la masa musculosa de más de dos metros que me gritaba.

-¡VENGA! UNA, DOS, TRES. MÁS RÁPIDO!  CUATRO!

-Por favor no me pegue! Tome todo lo que tengo y lárguese! Mi bolso está en la taquilla 421 y la combinación es 1980, es el año en el que nació Ryan Gosling.

-DÉJESE DE ESTUPIDECES Y PÓNGASE A HACER FLEXIONES.

-Uuuuuuunaa, ddoodddooooooooooos, tretretreeesssssssssssssss, cuaatrooooooooooo...

-HASTA ABAJO DEL TODO!

No hará falta explicar que tras obligarme a hacer 125 flexiones en contra de mi voluntad ese fue mi primer y último día en el gimnasio. Y por si fuera poco al día siguiente alguien con mucha envidia me debía estar haciendo vudú porque sentía como agujas por todo mi cuerpo. Pero lo que más me dolió fue cuando mi cuerpo inerte intentó usar la sauna quedé traumatizada de por vida, la anatomía masculina dejó de ser un misterio para mí. Nunca me hubiese imaginado que tantos hombres se preocupasen por su cutis.

Cuando intenté darme de baja me llevaron a la oficina del chico que las gestionaba. El chico más guapo no podía ser. Con mucha amabilidad me explicó no sé qué de que para darme de baja tenía no sé cuántos días para avisarlo en no sé dónde antes de que se me acabe mi contrato. Pero ya no me importaba, sólo me importaban sus ojos.


Así que he acabado renovando mi contrato otro año más. Aunque ni loca lo vuelvo a pisar, tendré que conformarme con perseguir a mi Xabi por la calle.

Os quiere,
La Pepis.

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