Nos acercamos a la época del año en la que toda adolescente que se precie empieza a perfilar un amor de verano imaginario para tener algo que contar en las escaleras de su colegio mientras sus múltiples amigas cantan al unísono "tell me more!".
Yo no podía ser menos. La cosa es que, miradme y lo comprobaréis, soy un pibón. Desde el día que nací, Dios me ha maldecido con este hermoso y bello cuerpo (digno de la proporción áurea) que hace que los hombres se derritan por mi ser. Quizás aún no captéis la magnitud de mi belleza, eso me pasa por describirme de una forma tan modesta.
Fue una calurosa mañana de Agosto cuando me desperté, y abriendo una ventanita de mi calendario de adviento (a mi me hacen calendarios de chocolate especiales, con todos los días del año, of course!) me dí cuenta de que quedaban menos de dos semanas para afrontar uno de los días más cruciales del año. Un día creado para que todo el mundo juzgue tu ropa, tu pelo, tu moreno, tu carruaje en forma de calabaza... Pues sí, el inicio del curso académico me amenazaba. Miré a mi alrededor en busca de algún tipo de respuesta, en un espejo pude comprobar lo bien maquillada y guapa que me despertaba por las mañanas, digna de una película americana.
Aterrada fui al Facebook a comprobar mi situación sentimental. Lo que me temía, estaba soltera.
Eso me pasa por haber dejado atrás mi fase El Diario de Noah. Veréis, desde que vi esa película me paseé varios años por las ferias de los pueblos buscando a mi Noah: un chico guapo, cariñoso y atractivo a la vez que humilde y sexualmente activo. La cosa es que ninguno conoce ningún lago escondido lleno de aves exóticas al que llevarme en barca y besarme fogosamente mientras la lluvia empapa nuestras ropas. Un fraude.
Bueno no era el fin del mundo, tenía el remedio perfecto. Salí a la calle y mis admiradores empezaron a correr hacia mí con el fin de pedir mi mano en matrimonio. Tras un riguroso casting con un jurado formado por Mónica Naranjo, Falete, Lady Gaga y Lizzie McGuire, encontramos el chico ideal para mí: John Kortajarena. Pues ya está, el primer paso establecido: ya tenía amor de verano.
Fui al Corte Inglés a comprar todo mi material escolar. Veréis, en este mundo hay tres clases de personas:
- Las que compran carpetas de Agatha Ruiz de la Prada.
- Las que compran carpetas de Jordi Lavanda.
- Las que compran carpetas normales y corrientes.
Yo, por supuesto, soy la excepción que confirma la regla, mi amiga Carol (así es como llamamos los más allegados a Carolina Herrera) me había diseñado en exclusiva su propia gama de material escolar.
Cuando pasé por la planta de niños para comprarme mi uniforme, pude observar a todas las madres al borde de la histeria peleándose con sus hijas sobre el bajo de la falda, mientras a su lado, las dependientas chuperreteaban alfileres en la boca (al parecer la saliva de las del Corte Inglés debe tener cualidades antibacterianas que las desinfectan o algo).
Yo había venido al Corte Inglés con Rosalina y no hubo discusión sobre el bajo de la falda.
-Hasta los tobillos!-dije a una dependienta regordeta que parecía estar maquillada con la escopeta de Homer Simpson.
Cuando pasé por la planta de niños para comprarme mi uniforme, pude observar a todas las madres al borde de la histeria peleándose con sus hijas sobre el bajo de la falda, mientras a su lado, las dependientas chuperreteaban alfileres en la boca (al parecer la saliva de las del Corte Inglés debe tener cualidades antibacterianas que las desinfectan o algo).
Yo había venido al Corte Inglés con Rosalina y no hubo discusión sobre el bajo de la falda.
-Hasta los tobillos!-dije a una dependienta regordeta que parecía estar maquillada con la escopeta de Homer Simpson.
La dependienta me trajo una falda, para probarme, de un color grisáceo nada favorecedor.
-Creo que no me has entendido-le repuse.- Necesito un uniforme escolar bonito, tipo Gossip Girl.
-Pero señorita-me contestó la dependienta asombrada blandiendo la horrenda falda en el aire- el uniforme de su colegio es este.
-Pamplinas! Yo quiero mmmm ese!- contesté señalando al que tenía Serena Van Der Woodsen que también venía a equiparse para el comienzo del curso. He de recalcar que la expresión "plamplinas" se está perdiendo, así que a ver si la rescatamos entre todos! Con lo juvenil que es...
Una vez probado el nuevo uniforme pude comprobar lo evidente: me quedaba divinamente, tanto que incluso Serena se fue muerta de la envidia entre lágrimas de rabia. Llamé rápidamente al director de mi colegio que aceptó el nuevo uniforme escolar sin rechistar. Buen chico.
Pues ya estaba preparada para un nuevo comienzo. The show must go on. Que para que los que no entienden, este inglés tan técnico que tengo, significa "el show debe continuar".
El día de la vuelta a las clases, como ya he dicho es importante. Hay una regla general que dice así: en el amor, la guerra y cogiendo sitio el primer día de clase todo vale. Es una elección muy drástica ya que será el pupitre donde te sientes a lo largo de todo el año. Pues ahí estaba yo, luchando a primera hora de la mañana para cogerme un buen sitio delante del todo, aunque para mi sorpresa eran los menos demandados. Espero que vosotros hayáis cogido sitio en primera fila para atender mejor que para algo os pago la educación pública!
Poco a poco fui reconectando con mis amigas de clase que hacía tanto que no veía. Obviamente no me dirigí a aquellas que se habían ido al caribe de vacaciones y nos lo restregaban a todos con un peinado al más puro estilo Lucrecia lleno de trenzas en el pelo. Esas niñas a la hoguera!
La novedad de este año la constituía la Búlgara. No hice mucho hincapié en aprenderme su nombre ya que no estaba en el santoral español pero me parece que sonaba a algo así: Hsidjklñqo Ürtgks.
La Búlgara no entendía ni papa de Castellano, así que todos los niños empezaron a decirle que se llamaban "pene" "atontao" "tontolava". Desde mi pupitre pude ver como la Búlgara hacía severos esfuerzos mentales para acordarse de todos esos "nombres". Es una verdad universal que lo primero que te aprendes al llegar a un país son sus insultos. Todo esto me dio una idea, entrenaría a la Búlgara a mi favor, al finalizar el día había conseguido que contestase "amén" en vez de "sí", como futura buena creyente.
Pero mi mayor amenaza se alzaba en forma de nueva estudiante. Se llamaba Kelly. Era una zorra pecaminosa que había llegado al colegio para robarme mi popularidad. Mi reino peligraba.
Tenía que someter a esa individua para que YO estuviese en los más alto de la pirámide. Así que la forma más sencilla de hacerlo fue convirtiéndola en mi nueva mejor amiga. Por un momento el plan funcionó, seguía siendo la abeja reina mientras que Kelly no era más que mi obrera. Sin embargo fue en un despiste en el que fui al baño cuando me la encontré explicándole las matemáticas (es decir, coqueteando descaradamente) a un grupo de chicos que se reían de sus gracias. Furiosa me acerqué y decidí que era hora de establecer mi plan B digno de una táctica militar.
-Kelly-le dije-¿¡te has echado un pedo!?
Kelly, cortada, no supo qué contestarme.
-Iuj! Sí que te lo has tirado cochina! Qué mal huele!
Los chicos rápidamente cerraron sus libretas y se fueron a la otra punta de la clase.
De Kelly no volví a saber nada, creo que descendió rápidamente por la pirámide jerárquica hasta juntarse con los niños que excavaban tierra en el recreo en busca de bichos.
Si es que os lo dije, el primer día de clase dictaminará el resto de vuestras vidas.
Qué estilo tan impecablemente divertido tienes de escribir. ¡Adoro tus entradas!
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