Mis cuatro niñas y yo hicimos un círculo perfecto en
el que íbamos rotando de posición aleatoriamente, simulando que seguíamos a la
música, pero que en realidad era una táctica para fijar objetivos. Rápidamente
divisé a mi hombre. Un chico apuesto, rubio, de negro y blanco, chaqué, una
bandeja en la mano… uy no no no, ese es el camarero, cambio de rumbo.
-Morenazo a las 15:10 -gritó Carlota, que se las
conocía todas.
A mí lo de decir la posición de la gente por las horas
siempre me lió un poco. Yo era más de reloj digital, y eso, quieras que no, es
un hándicap. Di vueltas sobre mi misma hasta que vi al moreno atractivo, y
efectivamente era de toma pan y moja. Me abrí paso entre las perdedoras de mis
amigas -con cariño eh!- y fui bailando hacia él como me enseñó JLo. Una vez a
su lado me puse a sorber la pajita de mi copa muy sensualmente, pero como una
dama siempre, que una cosa no quita la otra. El chico ni se inmutó y se apoyó
en la barra. “Esto no queda así amiguito”. Apuré el alcohol para poder pedir
otra consumición, lo que me dio un pelotazo considerable, y me acerqué al
susodicho. Estaba esperando a que me atendieran y él seguía pasando de mí. Vale
que fuera de blanco pero no era ningún fantasma. Así que tan pronto me acabaron
de servir mi “Paseo de la mano en la playa” se lo tiré encima.
-Uy lo siento lo siento. ¡Qué torpe!
-¡Hala! Menuda faena maja.
-Deja que te limpio un poco.
-Nada es igual, ya me limpio solo.
“¡Pero bueno! Este no capta mis señales. ¿Será gay?”
Me pregunté, como haría cualquier chica normal.
-Por lo menos deja que te invite a algo para compensar
este desastre.
-No bebo, gracias.
Sí, definitivamente era gay. Y fue acabar de decir esa
frase cuando una rubia de bote se le acercó y lo arrastró a la pista. Ay,
cuando esa pobre Nancy barata se dé cuenta de que su chico es homosexual…
Bueno, la noche no empezó del todo bien, pero era
joven y yo tenía ganas de desfasar así que volví con mis amigas. Ya estaban un
poco piripis todas. Evelyn no paraba de decirle a los chicos que tenía las
ingles muy flexibles porque de pequeña había ido a gimnasia rítmica, Cinthya se
fue al baño a retocar –la esperanza es lo último que se pierde-, Maca estaba
amargando a un pobre muchacho hablándole de su ex novio -sí, es de ese tipo de
borrachas maniacodepresivas- y Carlota había echado de la gogotera al payaso de
Micolor, al que había contratado para amenizar la fiesta, y bailaba mientras a
sus pies los chicos le hacían coro. Dadles un pez y aplaudirán como focas.
“Parece que nos hemos quedado solos”, le dije a mi
nuevo anillo de diamantes, en el que me podía ver reflejada por lo menos 11
veces. Con razón cantaba Beyonce que era el girl best friend.
Pero si ya parecía que mi fiesta no podía estar más
chafada, apareció el primo de turno para darme el coñazo.
-Pepis, hoy estás realmente preciosa.
-Gracias, lo sé.
-¿Bailas?
-Sí, a veces, cuando salgo alguna noche o suena una
canción que me gusta.
-¿Y conmigo?
Ya estaba la típica pregunta trampa. En fin, no pasaba
nada por cumplirle el gusto. Total, una vez al año... Sonaba Una vaina loca, y
debía tener algún tipo de mensaje subliminal que le afectó porque me empezó a
agarrar de una forma muy poco familiar. Yo inventaba pasos de baile cada vez
más distanciados para alejarme de sus garras –y digo garras porque era
realmente un orco- pero en una de estas me agarró de la mano y me giró cual
tenedor Rolling Gallo para susurrarme al oído: “Cuanto más primo…” ¡Ah no, por
ahí no pasaba! Y le di una fuerte patada en la espinilla, que con el vestido
largo estaba limitada de movimientos. Él se retorció en el suelo de dolor y yo
aproveché para poner pies en polvorones, digo, polvorosa, que llevo un buen
rato escribiendo y me está entrando hambre.
Eran las 4 de la mañana y empezó a sonar “I want to break free” de Freddie Mercury. Todos lo bailamos entusiasmados. Qué letras más esperanzadoras. ¡Y qué majo era eh! Como defendía a las mujeres en sus canciones, no
entiendo porque la gente creía que era mariquita… Pero si hasta el grupo era Queen por
lo que le atraían las reinas.
Y entre movimiento y movimiento se me fue acercando el
tío más atractivo de toda la fiesta. La cola de mi vestido se enganchó en su
pie –nunca reconoceré que me pisó- y cuando me pidió perdón pude ver como por
debajo de la americana llevaba unos tirantes con la bandera de España. Pero no
solo eso, también tenía un fajín y el pelo con una media patilla que hacía que su sonrisa
perfecta estuviera dignamente enmarcada. Para que me entendáis ese tío era el
de praliné cuando en la caja donde sólo quedaban los bombones borrachos. Se
llamaba Toni, estudiaba ADE, con muy buenas notas, y le gustaba salir a
navegar. Aunque Dios había ignorado mis súplicas para que volviera el Grand Prix,
ésta me la había concedido. Él era mi C del revés en Chanel, la suela roja de
mis Louboutin, la cara del rey de mi Euro, mi medio billete de 500. Me estuvo recitando poemas toda la noche:
-¿No es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?
-Ay qué bonito.
-Zorrilla.
-Calla tonto.
Y a las 8, cual despertador que suena en lo mejor del
sueño, me dijo que se tenía que volver a su casa. Le pregunté donde vivía y me
confesó que se había colado en la fiesta gracias a un camarero, que vivía en
las afueras en un piso de alquiler, y que el traje era prestado. Se me cayó el
mundo al suelo, me sentí engañada. Pero en el fondo descubrí que tener dinero o
no no es lo importante. Lo importante, y la verdadera moraleja de esta
historia, es saber aparentarlo, y él había hecho que mi puesta de largo fuera
realmente increíble. Así que le di mi Facebook y que nos quiten lo bailao.
Pepis eres lo más!! Queremos que nos cuentes más anécdotas como esta! Una fiel seguidora, xxxx
ResponderEliminarQue bueno lo de Zorrilla!
ResponderEliminarI love you pepis ��