Querida Pepis:
Antes que nada quería pedirte perdón por tener que
escribirte aquí la carta, pero no encontré ninguna papelería en los alrededores
y era el único folio que tenía. Ya le diré a Baltasar personalmente los regalos
que quiero por Navidad, que me han dicho que veranea por aquí.
Mi llegada a las profundidades de África no pudo ser mejor.
Los nativos me ataron y me vendaron los ojos para darme una sorpresa y me
llevaron hasta un altar muy bonito, con velas y flores, donde me preguntaron si
era virgen. Qué gracia Pepis, me confundieron con la Virgen María. Claro, como
soy blanquita. Y pude ver la decepción en sus ojos cuando les dije que no, aunque
si siguen teniendo esa fe pronto se les aparecerá.
La aldea es pequeña y me estoy hospedando en una casa árbol con
el padre Sabubu, el hermano reformado de Dinio García, mientras los Hilton no
acaban el hotel que tienen aquí, que ya sabes cómo están las obras.
Estos días hay mucho revuelo porque vino la RTVE a hacer el casting
para salir en la próxima campaña de “Un juguete una ilusión”. Están todos los
niños revolucionados con sus mejores galas: la camiseta de Naranjito, la de “I (L)
my boy”, la de Autoescuela Urrutia… Incluso me pareció ver a una niña con
aquella de las Spice Girls que le dimos a la parroquia. Sé que es la tuya
porque le cosí un cacho de tela a la deportista para que no se le viera el
ombligo. Es un placer verlos vestiditos porque aquí son bastante naturistas,
debe ser una moda. Todos los mayores van con taparrabos. Le voy a decir a la
modista cuando llegue que le haga uno a tu padre, pero con más pernera.
Lo que peor llevo es la comida. Cuando se nos acaba llamamos
al camión de la Cruz Roja, que es como Telepizza pero tardan menos. Y créeme
que ya estoy un poco harta de tantas lentejas, pasta y arroz. Ahora me
arrepiento de que fuera lo único que te daba para que llevaras a la Semana
Solidaria del cole.
Con mi misión de proclamar la palabra de Dios he avanzado
mucho. Cada niño tiene su rosario luminoso
y su ambientador de pino -que no veas qué pestazo- y les queda muy bien, porque
el negro pega con todo. También les cambié sus nombres que invocaban al demonio
por los del santoral español, como tiene que ser.
Y te voy a ir dejando que es tarde y las noches en la sabana
africana son terroríficas. Con decirte que el padre Sabubu duerme abrazado a mí.
El pobre tiene tanto miedo que se acuesta con una pistola. Siempre la noto en
mi espalda.
Recuerda el consejo que siempre te digo: límpiate de delante
hacia atrás.
Muchos besos, te quiere
Madre