sábado, 3 de mayo de 2014

El día de la madre

Madre no hay más que una, excepto si eres la hija de Ellen Degeneres y Portia de Rossi. Por eso es justo que agradeciéndole la genética recibida, se le de el primer domingo de mayo un presente minuciosamente escogido.

 A mi madre sin duda había mucho que agradecerle: un cutis perfecto, un pelo sano y fuerte, unas curvas de infarto, y unas proporciones perfectas de los labios vaginales. Vaya, que se había esmerado. Así que con tiempo de antelación, la tarde del 3 de mayo, salí a comprarle un regalo digno de su persona.

La primera parada fue Abercrombie. Eran las 16:00. La tienda estaba casi vacía. Volví a constatar, para mi decepción, que los modelos no estaban en venta. Pues que nos los pongan en el catálogo. Cogí cuatro trapillos -entre ellos unas bermudas de hombre y un cartel de suelo húmedo de lo que no me percaté hasta llegar a casa-. Deberían revisar seriamente la iluminación del local. A la salida, uno de los apuestos e inteligentes modelos que custodian la puerta de ese paraíso terrenal, me suplicó que posara con él para subirla a su Instagram. Nos acabamos haciendo un book y varios Instavideos. Dieron las 21:00. Fuera las tiendas ya estaban cerrando. Corrí despavorida por la acera buscando qué quedaba abierto a esas horas. 

Era demasiado tarde para pedirle a Coco Chanel que me reservara la boutique en exclusiva y Tiffany no me cogía el teléfono. ¿Estaría desayunando? Cuando me veía comprándole un McFlurry, o llevándole el desayuno a la cama   -ugh!- un rayo de esperanza y color fucsia neón, iluminó mi rostro. EROS XXX. 

Me aproximé, como polilla en la noche. Eros treinta, casi la edad de mi madre. Era una señal. Intenté averiguar por el escaparate qué podía ofrecerme, pero no descifraba nada de lo expuesto, quizás era una de esas tiendas de arte abstracto. Habría que entrar entonces. Con un poco de suerte tendrían el último disco de Eros Ramazzotti.    

-Hola chata, ¿te echo una mano?

No hay cosa que me enerve más que me pregunten las dependientas si necesito su ayuda. Pero pasé por alto su impertinencia y apremiada por el tiempo acepté.

-Sí, bueno... sí...

-Ahhh.... ¿que te da vergüenza verdad? Nada nada, eso es por ser la primera vez. Dime, ¿qué buscas?

-Bueno, no es para mí...

-Claro claro, aquí siempre es para regalar. ¿A quién le quieres dar placer, a algún novio, un amante...?

Menudo despiste tenía la tía, vivía en la parra. San Valentín fue hace tres meses.

-No, no. A mi madre. Que últimamente nuestra relación está algo fría. 

A la dependienta se le atragantó la piruleta que estaba tomando detrás del mostrador con forma de conejo.

-Bueno, yo no juzgo a nadie.

-Era lo que faltaba. Sí sí. Me gustaría recuperar la complicidad con algo que podamos disfrutar las dos. Y aquí veo que tenéis una sección de juguetes para adultos. Creo que estoy en la tienda perfecta. 

La chica, se levantó de la silla para enseñarme la mercancía. Me sorprendió que sus mallas de cuero le permitieran realizar cualquier movimiento. Mis pantalones super skinny constrictor eran baggy a su lado.

-A mí nada de baratijas. Enséñame lo mejor, lo más sofisticado.

Empezó a sacarme batidoras de diseño, a cada cual con forma más minimalista. Alguna inspirada en piezas del Guggenheim y Dalí sin duda, y con swarovskis incrustados. 

-Mira, los hay a pilas alcalinas, de botón, con batería de litio...

-Dame uno de litio, que dura más y mi madre cuando se pone no para. 

Me parecía el regalo ideal. Tan portable y manejable, sin esos incómodos enchufes. La de veces que lo habría agradecido cuando va a ayudarle a hacer merengue a las monjitas y no tienen batidora para ella. 

Después me llevó a la sección de lencería. Los reyes le habían comprado un camisón tobillero por Navidades, pero Sofía y Juancar no estuvieron muy acertados, pues era horrible. Le cogí uno después de acordar una reducción del 50% en el precio, pues estaba lleno de taras y aperturas en los sitios más raros y ahí no tenían servicio de modista. Mi modisto se encargaría de arreglarlo.No hay nada que se le resista a mi Galliano. Me fijé también que tenían disfraces de Rebelde Way y uniformes de servicio: doncella, profesora, enfermera... Así que aproveché para renovarle el de Rosalina. Esta tienda era como un Open Cor en miniatura.

-Y ahora una cremita.

-Pues mira, estas dan calor, estas frío...

-Ay mi madre es muy friolera, la de veces que discutimos porque no se saca los calcetines ni para ducharse. Estoy impaciente por calentarla. 

También cogí un dado bien grande, que nunca lo encontramos cuando queremos jugar a la oca, y unas bolas chinas, para hacer juego con el Jarrón de la dinastía Ming del saloncito.

Cuando me estaba cobrando -un precio por cierto, bastante desorbitado- me fijé en unas pulseras de caramelo, como los de cuando era niña, pero mucho más grandes. Ahora las hacían con forma de collar babero. Qué del 2012.

-De los Candy Pussy dame tres. Qué genial que los hagan tan grandes. No me puedo resistir y los acabo de un bocado. 

Lo metió todo en una bolsa negra, me dijo que para preservar la confidencialidad. Eso, así la sorpresa será mayor. Mientras me iba, reparé en unas esposas, y me fui corriendo. Problemas con la policía no, que yo soy una rubia muy legal. 

No puedo esperar a ver la cara de sorpresa de mi madre cuando abra los regalos. Seguro que se le queda como la de las muñecas hinchables de la tienda. Aunque una hija como yo sí es un regalo.


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