Siempre
me he considerado una chica independiente y segura de sí misma. Algo así como
una mezcla de Carrie de Sexo en Nueva York y Anna Karenina. Pero la incipiente
llegada de Febrero echó por tierra toda la estima ganada a lo largo de estos
meses: San Valentín estaba a la vuelta de la esquina y mi estado de Facebook se
mantenía en "es complicado". Tan complicado como entender la ausencia de hombres cantando serenatas bajo mi ventana día si y día también.
Como yo, estando soltera, me considero una chica estupenda, no perdía la esperanza de encontrar un chicarrón casi tan maravilloso como yo en la misma situación. Y si luego coincidía que era hetero mejor que mejor. Me
quedaba poco más de una semana para establecerme en pareja y dar así celos a las solteronas de mis amigas/fans. Y la búsqueda de huésped para mi corazoncito era algo que dependía totalmente de mí. Ya no me podía fiar de Cupido tras
haber juntado a Alaska y Mario.
Agarrando el toro por los cuernos, le supliqué a Emma García que me
ayudase a buscar mi pareja ideal, al igual que Dolce tiene a Gabbana, Victorio a Lucchino u Ortega a Gasset...
Emma no daba crédito a que alguien como yo estuviese soltera -y entera. Amén-, así que me hizo pasar por El Juego de tu Vida, el cual obviamente gané.
Luego, en el camerino, ya me organizó la cita a ciegas con el que sería mi nuevo gran amor. El lugar elegido para el primer encuentro fue el Ritz, algo informal. Emma no paraba de decirme lo genial que era su pretendiente, hasta el punto en que dudé si iba
tener una cita conmigo misma. Lo mejor fue que no
nos iba a hacer falta ninguna seña, ya que obviamente seríamos las personas
más guapas de ese código postal.
A
medida que se acercaba el gran día, surgieron en mí sentimientos encontrados.
Había tenido muchas citas a ciegas los viernes por la noche dada la escasa
iluminación de la discoteca, pero eso era llevarlo a otro nivel.
En el caso de que se diese la improbable y remotísima posibilidad de que mi chico
diez no pasase de un triste nueve, elaboré un indescifrable código con mi fiel Rosalina -la cual, evidentemente, estaría de incógnito en la mesa de al lado, disfrazada con un
discreto pañuelo en la cabeza y unas gafas Grace Kelly-.
La
primera seña sería una misteriosa llamada a los quince minutos de comenzar la
cita. Si mi chico más que tilín me producía arcadas, tendría la excusa para decir que Xabi Alonso había sufrido un accidente futbolístico y me reclamaban urgentemente en el hospital.
La
segunda consistiría en fingir un atragantamiento, lo cual haría saltar las alarmas de
Rosalina que abortaría la cita llamando a una ambulancia que nos llevaría lejos, sin tener ni siquiera que pagar aparcamiento.
La
cita era el sábado a las nueve así que empecé a prepararme a eso de las ocho
del viernes para llegar a las nueve y cinco del domingo y generar
expectativas. Mi cita seguía ahí, pacientemente. Había superado la primera prueba.
Efectivamente
era un bombón, y lo mejor, de los que no engordan. Cuando nos íbamos a sentar
apartó muy educadamente la silla a otra mujer para que yo me sentara. También
eligió el vino, cosecha del 95 y pisado por las Carmelitas Descalzas.
Rosalina
se sentó con discreción en la mesa de al lado.
A los diez minutos ya estábamos
charlando de lo duro que es ser tan guapo y de lo monos que nos iban a salir
los hijos. De repente sonó mi teléfono. *Ay del chiquirritín chiquirriquitín metidito
entre pajaaaaas...* Parecía que Rosalina se había adelantado.
-Aló?
Aham..... ¿Que cuántas casillas adelanto en el parchís si me como una ficha?......
Pues veinte....... Aham.... Aham...... A ti Juanra, saluda a la familia!
Me
disculpé ante mi hercúleo pretendiente. Desde que se emitía el programa de Lo Sabe, No lo Sabe no hacían otra cosa que llamarme cuando había que acertar las preguntas.
Al rato otra llamada, *chiquitín, queridito del aaaaalma*
-Aló?
-Esta vez era Rosalina, tan puntual como cuando termina su jornada de 21 horas.
-Ama
Pepis, ¿cómo le está yendo la cita con el chambelán?
-Muy
bien, muy bien.
-¿Cómo?
¿Cómo? Estoy perdiendo cobertura en mi celular.
-Sí sí, luego hablamos.
Le dediqué una sonrisa nerviosa a mi futuro compañero de vida y colgué
el teléfono, pero Rosalina seguía en gritando desde la mesa de al lado "SEÑORITA
PEPIS LE GUSTA EL CHAMAQUITO? ¿ME INVENTO ALGUNA EXCUSITA PARA QUE PUEDA RETIRARSE?"
Mi
acompañante puso cara rara, lo que ¡oh, sorpresa! le hacía doblemente atractivo. ¡Maldición! No
me esperaba este pobre manejo de la telefonía de Rosalina teniendo a toda su
familia trabajando en un locutorio.
Gracias
al cielo llegó el primer plato y echamos bogavante sobre el asunto. De él ¿qué puedo deciros?Se llamaba
Piero, y no me sorprendió cuando me confesó que entre sus aficiones estaba navegar
por la costa italiana llevando sólo unos calzoncillos y unas gotas de Light Blue D&G.
La
velada transcurrió agradablemente sucediéndose el segundo entre risas y
pestañeos. El filete de lince ibérico tenía una pinta estupenda, pero resultó
ser como la manzana de Blancanieves. Al primer bocado me atraganté y los
aspavientos activaron a Rosalina, que disfrutaba de su pan con
mantequilla.
-Bella
e inteligente desconocida Pepis, a la cual no conozco, deje que la lleve a un hospital.
-Jcgqduuhfjahsfha
Lo
cual quería decir "estoy bien, vuelve a tu puesto"
En el momento en que no fue capaz de interpretar mis ganas de quedarme en la mesa, se produjo un forcejeo entre ambas. Mientras, mi Piero buscaba aplicaciones en su iPhone para hacerme la maniobra de Heimlich. Un camarero con una bandeja pasó por mi lado y me apresuré a beber una de las copas de champán que portaba. El cachito de filete bajó junto a un anillo destinado a la chica que cenaba con su prometido dos mesas más hacia allá y que ya nunca llegaría a su dedo. El baño de oro barato me dio ardores toda la noche. En el fondo le hice un favor.
Una
vez que recuperé la compostura Rosalina volvió a su mesa. Piero y yo pedimos una deliciosa tarta de hojaldre a medias. Yo la iba comiendo mientras me embadurnaba los labios "accidentalmente" con la nata y Piero me la limpiaba con su boca.
Llegó la cuenta. Como mujer del siglo XXI, moderna y anticlichés, me ofrecí a pagarla, a la espera de que Piero no permitiera tal insulto a su masculinidad y la abonara él, dejando además el 15% de propina. Pero para mi sorpresa, no hizo ningún ademán por su parte. Me miraba sonriente, al igual que la camarera que esperaba pacientemente a nuestro lado. Me había dejado la VISA en casa, y en mi cartera sólo tenía la tarjeta del club WOW. En definitiva, la pobre Rosalina se quedó fregando los platos.
Pero el verdadero drama es que tuve que cortar totalmente relación con mi italiano de infarto. Y no es machismo querer que él pague. A mí me gusta llamarlo tradición, y las tradiciones se respetan. Al igual que es deber del chico asegurarse que caminas en el lado de dentro de la acera o abrirte la puerta del Alfa Romeo. ¡Qué menos!
El amor es ciego, pero yo no.
Jajajajajaja... Pepis... Tu te estas inspirando en mi vida para hacer tus post...
ResponderEliminarEl mejor desde hace tiempo, sigue así!
Buenisimoooo!!
ResponderEliminarLos gifs dan más realismo a la historia jajaja. Me parece que con el de chico de arriba he encontrado a mi alma gemela
ResponderEliminarMe encantan tus publicaciones
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